En los albores del siglo XXI vivimos el auge de la globalización
y el creciente (y aplastante) desarrollo de los medios de comunicación.
Sin embargo, gran paradoja, ello no contribuye al acercamiento.
Más parece que viviéramos en una inmensa Babel que produjera
fronteras y distancia; un mundo, el mundo, del mercado único
y de la economía globalizada que deja fuera de sus intereses
a "los otros", "los no asimilados", aquellos que a la postre
resultan víctimas de una inercia de la que no participan.
Para
adentrarse en este bosque, en esta pujante sociedad necesitada
de generar fronteras, conviene describir al menos algunos de
los instrumentos empleados para la generación de barreras, de
silencios. Uno de ellos, entre los más perversos y determinantes,
consiste en la apropiación e imposición por parte del sistema
de las palabras y de las imágenes que nos explican y que nos
muestran, que nos definen en definitiva.
El hombre, privado de estas herramientas, adopta aquellas
que le vienen impuestas. Es, en definitiva, condenado al silencio
y al vacío: sus fronteras más extensas. Palabras y símbolos
como patria, religión, raza, etnias, pueblos, tribus, familias...son
fronteras invisibles que so pretexto de preservar valores
basados en conceptos inventados desdibujan, difuminan, rechazan
al otro.
Estar, así, a este lado de una de esas líneas que dibujan
el bien llamado "mapa político" (o al otro) se convierte
en la estrategia que justifica ser uno, olvidando, despreciando,
que ser uno sólo es posible por la existencia de ese otro
que lo define y enriquece.
No hablar el mismo lenguaje, carecer de pautas de descodificación
asimilables, no compartir un pie de foto, nos condena
al imposible diálogo, a la falta de comunicación, a no
comprender al otro, nos obliga al exilio especular y recíproco.
Recuperar la palabra es así recuperar la imagen que engloba
y dignifica.
Desde estas páginas os proponemos palabras e imágenes
que muten la frontera en itinerario, la barrera en
linde franca. Un hombre sin palabra propia, disperso
en el azogue en el que se mira, es un hombre ignorante.
Y fronterizo. Temerá dar el paso decidido que le libere
de las contraseñas y los pasaportes. Como el poeta,
buscamos una palabra que vuelva transparentes los
silencios, que tenga las paredes de cristal sólo para
que tú nos veas. Nos veáis.
|
Fronteras
2004
El
silencio de la mujer árabe.
Kike, 2003
|