La memoria nos constituye como
personas y socialmente. Estamos hechos de retazos de pasado
y, queramos o no, somos, esencialmente, lo que hemos sido.
La vida, la existencia, al fin y al cabo, es un diálogo
continuo entre un pasado y un presente. Diálogo que
que, en sus diferentes facetas, nos permite recordar y olvidar,
construir y destruir, crecer y descrecer, pero más
importante aún es la actitud con que nos enfrentamos
a ese proceso. La intención de escuchar los ecos, de
asimilar los susurros, de entender, lo pasado, permite la
reconstrucción, permite el crecimiento. Sólo
desde la conciencia de lo que hemos sido podemos llegar a
ser, a ser plenamente.
En las páginas que siguen
puede apreciarse un empeño por cuestionar, desde
lo personal, al propio pasado. Pero también se manifiesta
un empeño por escuchar, por rescatar del olvido flecos
de sueños (en ocasiones, pesadillas), de idas y venidas
en el turbio navegar de la historia.
En este número de Qi
la memoria se hace recuerdo para vivificar, con un aliento
crítico, parte de la historia de Latinoamérica
y de España. Un pasado salpicado de muertes que llega,
gritando, a un presente en el que las muertes violentas
son parte de la cotidianeidad y demasiado familiares, desgraciadamente.
Las dictaduras, las democracias
tuteladas y la represión transitan por estas hojas,
conviven, pugnan, con la ilusión por el porvenir,
con la alegría melancólica de la creación,
del deber ser.
Desde cada una de estas páginas
se mira de frente al abismo del pasado. Es una obligación,
aunque nos desestabilice, nos sacuda, incomodándonos.
La incomodidad, en ocasiones, es un reflejo de que el olvido
está presente, acechando, por ello se hace necesaria.
La memoria como algo más
que la mera huella del rastro del tiempo. La memoria como
sostén de nuestras referencias sin las que no se
entiende nada de lo que somos, ni del porqué somos
como somos.
Qi crea desde el presente con
los ojos y el corazón puestos en el pasado, pero
pensando en el futuro, un futuro que por definición
se presenta siempre incierto. Entendemos la memoria como
parte imprescindible de la urdimbre que sostiene la convivencia
democrática, la paz. Y hoy seguimos clamando, como
hizo Valente, que estos muertos no murieron, los mataron.
Seguimos caminando, como diría Neruda "con calma,
con ojos y con zapatos".