revista de pensamiento, cultura y creación


Las Afueras

Fin de Milenio

Utopías

Oriente

Ética y Estética Digital

Fronteras

La Memoria


Fin de siglo. Fin de milenio. Suele decirse, especialmente dentro de los autodenominados circulos culturales, que esta clase de efemérides no es más que una buena excusa para organizar macrofiestas, gastarse la pasta y demostrar una vez más que, por muy post que nos digamos, aún nos sale de vez en cuando la vena oscurantista, primigenia y telúrica de la superstición. Para nosotros, igual que cada fin de año, cada inicio de curso o cada aniversario, este es un momento para la reflexión, o sencillamente para volver a preguntarnos quiénes somos.

De nada sirve intentar engañarse, cada vez miramos menos hacia atrás, por no mencionar nuestro absoluto desinterés por el que tenemos a nuestro lado. La vista siempre al frente, no vayamos a tropezarnos con algún atisbo de realidad que desmorone nuestro maravilloso proyecto de vida. Ese que se encuentra adelante, siempre hacia adelante, porque se aleja a medida que nosotros nos acercamos. La mayor parte del tiempo es fácil mantener esa rutina, y hablamos por experiencia, este complejo de burro tras su zanahoria.

Es más, uno suele encontrarse comedidamente satisfecho. Un vistazo rápido sobre nuestra existencia, personal o social, suele incidir en sus aspectos más positivos y a nadie le agrada angustiarse. Por eso llenamos el tiempo, incluso llegamos a decir que lo matamos. Matar el tiempo, o administrar el suicidio en pequeñas dosis, lo justo para seguir tirando, para evitar una mirada más profunda que confirme nuestros temores. Es inctreíble lo que somos capaces de hacer por eludirla: el gimnasio, clases de manualidades, pasarnos el día frente al ordenador, o soportar a los tertulianos. Y somos tan perfectos en nuestra metodología, tan meticulosos, que ninguna de estas acciones es inherentemente negativa. Ahí está el truco, lo que nos permite seguir en movimiento. Y en ese trasiego, del curro al súper y de la tele a dormir, porque mañana hay que madrugar, aparecen como por encargo estas postas en el accidentado camino de la historia, de la existencia. Momentos que no nos permiten mirar hacia otro lado, convenciones que nos dimos a nosotros mismos para tomar aire, recapitular y proyectarnos. Llegados a este punto habrá quién se pregunte el porqué de esta paradoja, cuál es la fuerza que nos impulsa jugar a este doble juego, esta especie de novela policiaca donde el detective nunca quiere descubrir al asesino, es más, mataría por convercerse de que no existe tal asesino, por pensar que todo ha sido un accidente donde no se pueden exigir responsabilidades. Pero el ser humano no puede dejar de serlo y justo cuando está a punto de lograrlo, zas, se encuentra de bruces en medio de la cita que había concertado con la realidad. Esa cita periódica, como la que nos ocupa, fruto de nuestra esencia contradictoria.

Y aquí estamos, puntuales, a lomos de la historia, con un pie en el siglo pasado y otro en el siguiente: el siglo de la comunicación, de la ingeniería genética, de la globalización. Pero el hombre, siempre el hombre con sus mismas inquietudes y preguntas, con sus complejos y con esas pequeñas angustias que tan ingenuamente nos definen. El siglo del desafio ecológico, de la superpoblación y la conquista del espacio, si, pero todo para llegar al mismo sitio: intentar ser felices, cada uno a su manera.


Fin de Milenio
2000