Al hablar de identidad no podemos evitar el remitirnos a ese viejo concepto que proviene del campo de la filosofía, de la lógica, y que nos responde como aquello que permanece único e igual a sí mismo -incluso cuando tiene diferentes apariencias o es percibido de distinta forma-. ¡Cuántos sueños, cuántos sinsabores se acometen, se han lanzado, se perpetran en tu nombre! Frente a la variedad se presentaba como rasgo del verdadero ser, y para Parménides, la identidad sintetizaría el carácter idéntico del ser. Paralelo a este entendimiento, Heráclito defendería la posibilidad de variación y modificación (o en otros términos, la ausencia de identidad) como el rasgo esencial que definiría al verdadero ser.

¿Arriba, abajo, izquierda, derecha, centro, lugares, espacios, miradas, palabras, rostros, ojos, manos y pies, sonrisas, lágrimas, tierra, aire, fuego y agua. Agua: Reflejos y espejos. Entre el tú y el yo.Yo y el otro, el otro y yo mismo, nosotros, vosotros … todos? La identidad es algo con lo que se nace, o mejor dicho, nacemos cuando se nos da y conseguimos crear una identidad, cuando se nos nombra. A partir de ese momento quedamos pegados a un nombre, a una palabra que nos representa, a un significante que nos materializa. Posiblemente venga de ahí la relación tan particular (y mágica)entre el hombre y la palabra, entre la voz y el sonido, ya sea para creer en ella o para crear con ella.

La paradoja vendrá después. Cuando no nos reconozcamos en ella, en la palabra que nos nombra, en eso que pretende mostrar nuestra esencia, pero que no lo consigue, a veces ni siquiera se acerca, en ocasiones ni siquiera nos roza. Necesitamos, entonces, volver a nombrarnos, volver a construirnos.Un rescate paradójico porque nace de la destrucción. Interesante ¿no?, volver a ese YO perdido es retroceder a la esencia. Encontrarse, en cierto sentido, significa desnudarse: despojarse de las máscaras, desdibujar, deshilachar una tras otra todas las capas.Orden y desorden quedan contenidos en la identidad, como un todo.

El término en plural plantea las mismas paradojas: el ser humano necesita del otro, somos sociales y necesitamos establecer redes de esencias comunes, identificarnos con lo otro, con muchos otros (mediante el espacio, los gustos, las lecturas, las modas, las actitudes, las visiones de mundo, la ideología, la cultura, mediante cosas concretas o abstractas, a través de lo implícito y lo explícito …).

Octavio Paz, en El Laberinto de la soledad (obra paradigmática y en la que,por otra parte, se plantea la dificultad de establecer las marcas de la identidad mexicana), afirma: “No importa, pues, que las respuestas que demos a nuestras preguntas sean luego corregidas por el tiempo; también el adolescente ignora las futuras transformaciones de ese rostro que ve en el agua: indescifrable a primera vista, como la piedra sagrada cubierta de incisiones y signos, la máscara del viejo es la historia de unas facciones amorfas, que un día emergieron confusas, extraídas en vilo por una mirada absorta. Por virtud de esa mirada las facciones se hicieron rostro y, más tarde, máscara, significación, historia ”.

Este número es muestra de esas marcas, de esas historias que nos han ido construyendo.También del desnudo (de la intención de destruir para reconstruir el momento primero, el intocable).

El devenir de los tiempos lleva a Qí a una ribera ingrata pero necesaria: construir un muelle lo suficientemente firme y a la vez flexible como para fletar una nave a la par dúctil y resistente, capaz de navegar a bordadas, quién sabe si a contracorriente, demandando entendimientos, puentes y siempre reivindicando el plural. Eso pretende ser (nada más y nada menos) el número ocho que tienes en tus manos lector viajero.

Ojalá hayamos conseguido que sea, a retazos, una pequeña tabla de salvación. Un diminuto bálsamo para las oscuras heridas cotidianas.

Ojalá este número te acerque la creación de Identidades y la creencia en ellas.

Ojalá, reflexionemos y asumamos que nos hacemos con el otro, y es ese otro el que ayuda a que nos completemos, a integrarnos y a ser íntegros. A ser ...

 


Identidades
2006